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sábado, 30 de abril de 2011

EL HOMBRE QUE NO QUISO NACER. ( Segunda y ultima entrega )


Cesar, así se llamaba, como el emperador romano, un tierno adolescente de dieciséis años, rubio, alto y delgado. A Víctor le trasmitía una aureola malvada y siniestra y  ese día descubrió que no se equivocaba.
Sostenía en su mano derecha un pajarillo vivo, con la izquierda,  poco a poco, con parsimonia cruel, le iba quitando su vestido natural. Una semisonrisa en sus labios y en ella el placer.

- Déjalo, déjalo, ¿ por qué le haces eso ?.
Ni si quiera le miro.
Cada pluma que le quitaba sentía su cuerpo estremecer.

- ¿No te gusta eh ?, pues entonces lárgate de aquí si no quieres que te haga lo mismo.
Se fue, no podía soportar aquello.  Ser niño, en ocasiones, puede llegar a ser una experiencia terrible. Es curioso como para dejar de ser niños, algunos tienen que dejar de sentirlo, dejan de serlo y se convierten en Cesares, los Cesares del mundo que siguen torturando el alma de los niños.

Cesar fue la primera persona por la cual también supo lo que era el odio y que podía sentirlo.



Al día siguiente la vida quiso mostrarle que también podía haber cosas enormemente hermosas . Un sábado por la mañana, de aquí para allá, nuca paraba quieto.
- ¿ Dónde esta el CineExin mama ? .
Se acordó de el y quería volver a ver aquellos dibujos de Piolin, Buss bunny y Speddy Gonzales, el ratón más rápido de México. Resultaba tan emocionante ver esas películas, que su padre, feliz de hacerlos felices lo preparara todo, cerrar las persianas del comedor dejándolo a oscuras, enchufar el aparato proyectándolo sobre la blanca pared lateral y ; tachan, el cine en tu casa, era algo realmente maravilloso. Pero su padre no estaba, su hermano tampoco y la pregunta a su madre había quedado suspendida en el vacío dada la ausencia también de esta.
La puerta de casa estaba abierta, habiendo controlado el horario de la olla, esa mañana tocaba cocido, su mama se iba a hablar con la vecina de al lado, la Rosario. Ambas puertas abiertas de par en par, y allí estaban las dos, distraídas y afines dándole al palique. 
- Mama, mama, ¿ dónde esta el CineExin ?, ¿ tú sabes ponerlo ?, ¿ dónde esta el papa ?.
Ni siquiera le escucho.
- Me he comprado un sujetador, es más bonito, ya veras, míralo.
Se quitó el jersey, con naturalidad puso sus brazos en la espalda para quitarse el que llevaba puesto.
- Espera, espera, que esta aquí el niño.
- Da igual, no pasa nada.
Con la boca abierta y los ojos más grandes que una lechuza, Víctor contemplo aquellas dos enormes glándulas mamarias, descomunales, le llegaban un poco nada más por encima del ombligo. Duras, perfectamente redondeadas como dos inmensas peras surgidas de Alicia en el pais de las maravillas.Nunca había visto unos pechos, nunca le dio por imaginar que pudieran ser tan grandes. Trastocada con abrumadora y placentera sorpresa su ingenua infancia, observo como se ponía la nueva prenda, sí, era bonita, pero más bonitas, hermosas y subyugantes le resultaron la visión de sus grandiosas tetas.

Si su subconsciente tenía que recordar a Cesar y su malsana naturaleza  en el futuro, aquel no iba a ser el día. Los buenos recuerdos tienen la compasiva virtud de flotar siempre en el inmenso mar de los malos.


Después de aquello no fue de extrañar cuando otro día la vecina llamó al timbre a la hora de cenar, la mesa preparada, todos menos su madre sentados viendo la televisión esperando llenar el estómago y ella servía la cena.
- Fani, ¿ te sobra una barra de pan ? , es que creía que tenía pero.....
- Claro mujer, ¿ que necesitas, una o un poco más ? .
- No, no, con una me sobra.
Víctor se levantara haciéndose el despistado y se metiera debajo de la mesa con la perversa intención de mirar debajo del vestido de la Rosario para verle las bragas.
Nadie dijo nada, seguramente los adultos se cruzarían miradas de complicidad, tal vez, con una forzada sonrisa, su padre orgulloso pensaría.
- jodido niño.
- Ojalá me deseara así mi marido.
Soñaría la Rosario.
Su madre no dijo nada, tampoco su hermano, el cual casi nuca hablaba ni mostraba a menudo emociones.
El caso es que con todas esas impresiones tuvo campo abierto durante largo tiempo, para su imaginación erótico masturbatoria.

                                                                         
La primera vez que casi se quita del medio más que un intento de suicidio fue una aventura apasionante , tan excitante como podía ser para una criatura de siete años el querer descubrir, ver, sentir todo lo que le rodeaba. Ese inmenso mundo desconocido que se le abría esplendoroso, sugestivo e implacablemente tentador, en sus sentidos puros y deseosos de niño con afán científico. Tal que un ser de otro sistema solar que aterrizaba en un nuevo planeta, excitado y abrumado por conocer todos sus secretos, forma de vida y entramado vital.


Pronto descubrió que en cualquier situación, conversación o lugar, había otro lado, otra perspectiva que esperaba acurrucada y escondida con eterna paciencia a que su natural curiosidad le impulsara al simple acto de descorrer una cortina, y allí, dichosa de haber sido descubierta, se le mostraba desnuda y en toda su plenitud. Unas veces de forma hermosa, y otras, las más, de manera desagradable y reveladoramente cruel. Descorriendo esas cortinas iba desvelando sus propias incógnitas, sus propios miedos y misterios haciéndole invariablemente feliz o infeliz
Su privilegiada posición en el club infantil del espionaje, del cual era el unico miembro, le había impulsado a subir a la gran y espaciosa terraza de su vivienda, saltando sin pensárselo al voladizo de la misma, este comunicaba las otras viviendas colindantes a izquierda y derecha,  no había nada que le impidiera avanzar hacía un lado u otro.

Y allí estaba, en la alargada repisa tras la cual se expandía poderoso el vacío del todo. Arriba el azulado cielo, enfrente el aire que parecía irreal y voluble, a unos quince metros otras viviendas y abajo la calle. Divisándola desde su cúspide desnuda la veía diminuta, indefensa y débil. No había barreras, cara a cara con la voluptuosidad y grandeza de la nada, fundiéndose su ser con la naturaleza de la existencia y la libertad despojada de cualquier atadura, deslizándose como un funambulista entre la linea que le separaba  de la vida y de la muerte.
Naturalmente no era consciente de que un pequeño traspiés podía hacer que se estampara con el duro suelo del asfalto, dejando reventado su pequeño cuerpo de niño, deslizándose macabra, grácilmente, la mancha de sangre circular que mancharía de rojo púrpura el gris alquitranado. Estaba demasiado extasiado de felicidad como para darse cuenta de ello, sonriendo de dicha se acercó de nuevo al filo, el vértigo era un juego, la altura una atracción, las personas que paseaban por la acera eran pequeños seres que parecían haberse escapado de una película de dibujos animados. Reconociendo a uno de esos personajes grito.
- Abuelo, abuelo.
El hombre miró primero a un lado y luego a otro, extrañándose de no encontrar el cuerpo de la voz.
- Abuelo, abueloooo, aquí arriba. Le volvió a gritar
Miro al fin hacía las nubes y lo vio.
- ¡ Qué haces ahí ?. veste de ahí, veste, veste que te vas a matar, sal de ahí leñe. Le grito muy enfadado.
No comprendiendo el porqué se había enojado tanto su abuelo, cabizbajo y algo entristecido por la regañina se retiró de la repisa y boto de nuevo a la terraza, a salvo de una más que probable caída que le hubiera costado su joven vida.
Horas después, ya con sus padres, estos comentaban que había vuelto a nacer.
- ¿ He vuelto a nacer ?, se dijo intrigado Víctor.
Al día siguiente en el colegio con sus dos amigos Rafa y Jesús, les pregunto.
- ¿ Cuantas veces habéis nacido vosotros ?.
- Una, como todo el mundo. dijeron los dos.
- Pues yo he nacido dos veces. y vosotros no.
Les vacilo con chulería innata e infantil.
                                                               
El sol se reflejaba en la cama, en la manta de cebra, sobre los pantalones de pijama, perfilando solo parte de los cajones de abajo del armario de su habitación, su agradable calor le había dejado en ese estado en el que ni estas en duerme vela ni dormido, más bien pareces estar como anestesiado y tu mente parece una máquina del tiempo descontrolada donde tus recuerdos van saltando de épocas a su antojo y sin orden.
La voz de Robert Mitchum, que se balanceaba sobre el ritmo alegre de un calypso, le volvió a la realidad después de haber estado viajando por los archivos mentales de su infancia, flotando sobre su recuerdo, reviviendo aquella escena, a Víctor le resulto irónico que para ser un hombre que no quiso nacer, aquel día volviera a nacer, pensó que así es la vida, te da a menudo lo que no pides.
Tumbado aun en la cama, su cuerpo desnudo como su alma, reflexionando sobre esto se quedó como en coma, la nada le miraba, todo lo sentía y su cerebro fue absorbido por datos y datos memorizados en el transcurso de su palpitar vital. Poco a poco se fue abandonando otra vez encontrándose de nuevo en una nube de somnolencia febril, volviendo escalón a escalón hacía las tinieblas, lugar sin vida de donde venía, que era y es su hogar.
O así lo creyó.
                                                                       FIN

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