Me hicieron salir y ya no pude volver al lugar
de donde vengo, un espacio infinito de
oscuridad donde están todas las almas esperando pacientemente su turno para
venir a este mundo. Le dije al que daba
los tickets, sorprendiéndome al reconocerlo.
-Hombre
Charles, muy buena tu película La noche del cazador.
Casualmente
el que estaba repartiendo los pasaportes para venir a este planeta ingrato, detestable
y maravilloso a la vez, era Charles Laughton.
Mirándome
con su graciosa y rechoncha cara me
dijo:
-Gracias.
Y no me preguntes porque estoy aquí, ni yo mismo lo sé.
Y me
brindo una de sus sonrisas agradables.
Me supo
mal decírselo, me resultaba simpático, pero se lo dije:
-Yo no
quiero ir, no quiero volver a nacer,
porque no haces la vista gorda.
Mirándome
con tierna bondad y comprensión.
-Ya sabes
que no puedo.
Y tuve
que hacer el dichoso viajecito.
Así
llegue a esta extraña experiencia que es
la vida, de golpe y sin quererlo uno más entre los millones de seres que
habitan este planeta en el cual ya es mucho trabajo intentar ser uno mismo. Una
vez aquí pues a ser niño, crecer..., dedicándome a vivir una vida que odio y amo al mismo tiempo, creciendo como ser
humano, human being, dicen los ingleses, being being, o debería decir, bang
bang, y eliminar humans beings que no merecen tal nombre con solo un
pensamiento, pero no soy ni dios ni ejecutor, ni tampoco quiero, simplemente
contemplo sin más el amplio espectro de dolor de la existencia, hace tiempo que
cogí mi corazón, lo arranque, y guarde en mi bolsillo. La vida se me antoja como un
enorme cajón lleno de mentes, todas se revuelven inquietas enfrentándose
mutuamente, arman demasiado escándalo y ninguna logra convencer a las otras,
tranquilo cierro la caja y el silencio vuelve a envolverme.
La
próxima vez solo espero estar en el lugar de Charles Laughton, repartiendo los
pasaportes y que otros hagan el viajecito.
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