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martes, 24 de abril de 2012

EL VIAJECITO


 Me hicieron salir y ya no pude volver al lugar de donde vengo,  un espacio infinito de oscuridad donde están todas las almas esperando pacientemente su turno para venir a este mundo.  Le dije al que daba los tickets, sorprendiéndome al reconocerlo.
-Hombre Charles, muy buena tu película La noche del cazador.
Casualmente el que estaba repartiendo los pasaportes para venir a este planeta ingrato, detestable y maravilloso a la vez, era Charles Laughton.
Mirándome con su graciosa y rechoncha cara  me dijo:
-Gracias. Y no me preguntes porque estoy aquí, ni yo mismo lo sé.
Y me brindo una de sus sonrisas agradables.
Me supo mal decírselo, me resultaba simpático, pero se lo dije:
-Yo no quiero ir, no quiero volver a nacer,  porque no haces la vista gorda.
Mirándome con tierna bondad y comprensión.
-Ya sabes que no puedo.
Y tuve que hacer el dichoso viajecito.

Así llegue  a esta extraña experiencia que es la vida, de golpe y sin quererlo uno más entre los millones de seres que habitan este planeta en el cual ya es mucho trabajo intentar ser uno mismo. Una vez aquí  pues a ser niño, crecer..., dedicándome a vivir una vida que odio  y amo al mismo tiempo, creciendo como ser humano, human being, dicen los ingleses, being being, o debería decir, bang bang, y eliminar humans beings que no merecen tal nombre con solo un pensamiento, pero no soy ni dios ni ejecutor, ni tampoco quiero, simplemente contemplo sin más el amplio espectro de dolor de la existencia, hace tiempo que cogí mi corazón, lo arranque, y guarde en mi bolsillo. La vida se me antoja como un enorme cajón lleno de mentes, todas se revuelven inquietas enfrentándose mutuamente, arman demasiado escándalo y ninguna logra convencer a las otras, tranquilo cierro la caja y el silencio vuelve a envolverme.
La próxima vez solo espero estar en el lugar de Charles Laughton, repartiendo los pasaportes y que otros hagan el viajecito.

lunes, 16 de abril de 2012

UNA TARDE DE DOMINGO.


De camino a mi casa vi a un niño pequeño conduciendo un coche de juguete de esos con motor,
el adulto que iba con él, un hombre alto vestido con un chándal negro, se le adelanto con torpes
movimientos, tantos que casi se estampa contra una farola, perdió el equilibrio y medio cayó del bordillo a la calzada, pensé que se iba a caer de bruces, se mantuvo en pie, subió a la acera y
dando tumbos aun, se apoyó en un coche y empezó a vomitar.
El niño llegó a su altura, paro el coche, lo miro unos segundos y siguió adelante jugando con su cochecito.
Y allí quedo el hombre vomitando hasta lo que me dio de si la vista en mi camino,  preguntándome con tristeza que infausta tragedia afligiría a aquel pobre diablo,  desconcertado y lastimado por observar impasible las miserias de la vida.
Marzo 2012.